sábado, 30 de diciembre de 2017

Despedir a los glaciares

Y cuando el momento llegue
honremos nuestras heridas
celebremos la belleza que se aleja
hacia otras vidas.
Y aunque la pena nos hiera,
que no nos desampare
que encontremos la manera de
despedir a los glaciares.
-Jorge Drexler



Cuando las personas se dan cuenta de que están olvidando el sonido de tus pasos por su vida, empiezan a despedirse, no de manera explícita, sino con anhelos de buenos deseos y un gran afecto.

Cuando ven la marca de tus zapatos y el sentido de su paso por allí, te devuelven con gestos y palabras lo que tanto esperabas de ellos mientras estuviste. 

Y eso, es uno de los actos más generosos que pueden hacer por ti; no dejar que te pierdas la belleza de las huellas que deja una persona que, alguna vez, paseó con gusto por tu vida.


domingo, 19 de noviembre de 2017

El tiempo es ahora

Por eso mismo,
porque es como os digo,
dejadme que os hable 
de ayer, una vez más
de ayer: el día 
incomparable que ya nadie nunca
volverá a ver jamás sobre la tierra
-Ángel González

Porque es bueno recordar, de cuando en cuando, lo valioso que es el tiempo que se tambalea entre nuestras manos, que hoy es el mañana que tanto nos preocupaba ayer. Hoy, ahora, es el único momento del que disponemos para hacer lo que ayer dijimos que haríamos, para terminar de escribir la última página de las historias que dejamos a medias. No es mañana, ni pasado, ni dentro de una semana, es en este instante cuando tenemos la oportunidad de decir lo que no nos dijimos y callar el silencio de lo que no gritamos.


Es tiempo de ser valientes, de tomar partido y de sumarnos a la causa de darle a nuestros días el significado que nosotros queramos. Sacar provecho, poner empeño y remangarnos la camisa para amasar el futuro que estamos horneando.Tener presente, que lo que ayer hicimos no lo podemos cambiar, pero sí podemos hacer mucho ahora, y de eso mismo dependerá nuestro porvenir.


Es tiempo de centrarse en el ahora, de saber distinguir lo urgente de lo importante, de colocar las cosas a la distancia que se merecen. De mirar los puntos ciegos que trazamos en nuestra vida, desde otra perspectiva. Es tiempo de tirar de nosotros mismos y colocarnos en el lugar en el que anhelamos estar. De sonreír francamente y dejar que la gente mire. Es ahora cuando debemos sentirnos dichosos por ser lo que somos, lo que hemos crecido y brindar por la persona en la que nos estamos convirtiendo.


Es tiempo de sacar bandera blanca a nuestros enfados, por no ser quien esperábamos, por perder algo  que apreciábamos, por disgustarnos porque se marcharon demasiado pronto. Es tiempo de conquistar nuestros miedos y echar por tierra nuestras preocupaciones. De manifestar abiertamente nuestra postura acerca de perseguir con firmeza las ambiciones. De poner trincheras contra el recelo y la aprehensión. De no levantar cabeza hasta trazar el camino, aunque surjan desvíos, que te llevará a conseguir tus propósitos, para que al alzar la vista, aquello con lo que tus ojos se encuentren, sea exactamente lo que quieres ver.


Es tiempo de demostrar lo que tanto rato llevamos ocultando. De expresar el agradecimiento que cuantiosamente sentimos y menos veces de las que gustaría declaramos.  De mirar como no has mirado antes, para que tus ojos hablen lo que con palabras no se puede. De dejar libre el impulso que en ti nace de sostener su mano. Hoy por hoy, debemos inspirar profundamente el cariño que recibimos y dejar salir el mismo afecto. Es el momento y es el lugar, para hacer eco de todo lo que nos remueve por dentro. Ya es hora de apretar más con cada abrazo, por ti, por la persona que tienes delante y por aquellos que se quedaron en el tintero. 



Porque seguimos dando la nota en dejar las cosas para más adelante.
Porque en esto mañana siempre es tarde.
Porque el ayer ya no vuelve.
Porque el tiempo apremia.

martes, 14 de noviembre de 2017

¿Cuándo desapareció esa parte de mi?

Para poder construir hueso nuevo debes destruir otro viejo. Es la ley fundamental para tener un hueso y crecimiento sano. No son procesos aislados, se mandan señales uno a otro, van juntos de la mano. Constantemente, nos renovamos. Nos desprendemos de viejas costumbres que ya no nos sostienen para mantener el peso de otras recién adquiridas. Nos deshacemos de lo que ya no nos sirve, lo que creemos no necesitaremos más. En ocasiones, ni siquiera está en nuestra mano tomar esa decisión, ni tampoco sabemos cuándo se transformó todo. Cada año, un 10% del hueso es renovado sin que nos demos cuenta de nada, no nos duele, no notamos el cambio, mientras ocurre nos sentimos exactamente igual.
Lo mismo pasa con nuestro ADN, nuestra señal de identidad se reescribe, hace copias de sí misma constantemente y en el camino va perdiendo información, aunque nosotros creamos que no hemos cambiado nada en absoluto.
Entonces, ¿cuál es el problema de la renovación? Que es lento y casi imperceptible, y mientras construyes hueso nuevo no sabes en qué parte de tu cuerpo se estará destruyendo algo, no hasta que desparece por completo. ¿Quién sabe si nos estaremos quedando con lo superfluo y, entretanto, habremos tirado algo importante?
Y te preguntas, ¿podré vivir sin esa parte de mi?
A mi personalmente, me gusta creer que la naturaleza es sabia y nos hace avanzar con lo imprescindible.

Hasta quedarnos sin aliento

Algunos soñamos con alcanzar la perfección, ese estado ideal que sabemos no puede ser real, al menos no todo el tiempo. Existen momentos inmejorables, casos puntuales en los que damos lo mejor de nosotros mismos y todo a nuestro alrededor es eso, simplemente perfecto.
Aspiramos a alcanzar ese estado algún día, pero lo cierto es que ni cuando respiramos lo hacemos al 100%. De forma general, se admite como valor normal un margen de 0.8 a 1. Si estás dentro de ese límite, puedes darte por satisfecho. Inspiramos, nos armamos de valor y con todas nuestras fuerzas intentamos llegar a lo máximo, para después soltarlo todo, hasta la última gota de aire. 

En eso consiste la espirometría. Nos ponemos a prueba, medimos nuestra capacidad de respirar, y aunque sabemos que no podemos alcanzar ese valor de 1, 10, 100 o el límite máximo, cada segundo, con cada bocanada de aire, seguimos respirando como si nos fuera la vida en ello. 


Inspiramos, espiramos, una y otra vez, todo lo que podemos hasta quedarnos sin aliento. Y esa forma de inflar y desinflar nuestros pulmones hasta la extenuación, la aplicamos a cada desafío que se presenta en nuestra vida.
Porque si lo miras en perspectiva, cada una de esas respiraciones casi perfectas, nos sitúa más cerca de donde queríamos estar.

domingo, 8 de octubre de 2017

"Que entre lo bueno y salga lo malo"

Somos una renovación constante. Nuestras células intercambian sustancias, cambian oxígeno por dióxido de carbono, se deshacen de todo lo que no necesitan para dejar paso a lo que precisan para existir.
Necesitamos respirar aire nuevo a diario y desprendernos del que ya hemos gastado. Inspirar y espirar. Que entre lo bueno y salga lo malo. Que todo fluya y nada influya.


- Ventilación, difusión y perfusión -

Cuando un alveolo no recibe O2 nuevo se dice que no ventila. No está haciendo intercambio alguno, puede sonar brusco pero, se está ahogando en su propia basura. Si no recibe aire nuevo, todo lo demás no sirve para nada. Esto es el desencadenante para una vasoconstricción, fuera de la medicina, es igual que cortar el grifo. Cuando esto ocurre, nuestro cuerpo redistribuye la sangre al resto de alveolos que sí están funcionando, centra todas sus energías, no en luchar contra lo pasado, sino en mantener lo nuevo.


Lo mismo ocurre en nuestra vida. A veces, un cambio de aire puede transformarnos. Ventilar la habitación, sacudir el polvo, abrir la ventana tras el cierre de una puerta. Cambiar de aires nos recompone. En algunos momentos, resulta crucial.

Y allí donde haya buen flujo y corra bien el aire, he aprendido, es donde uno tiene que estar.

sábado, 30 de septiembre de 2017

Solo nos falta voluntad

Tu cuerpo no se va a mover hasta que tú no le digas que lo haga. Tus pies no pueden dar un paso hacia delante por sí solos. Ni retroceder en una decisión tomada, no salvo que le llegue esa señal.

Cualquier movimiento voluntario, por pequeño que sea, tiene su origen en el cerebro. Dar la mano, correr 5 minutos más, hacer un esfuerzo por estudiar la última página, mandar un mensaje, pronunciar las palabras correctas...Cualquier gesto que se te ocurra.
Es puramente fisiológico. Recibimos señales que producen respuestas "todo o nada". Si esos impulsos son lo suficientemente fuertes como para pasar nuestro umbral, le diremos a nuestros músculos que se muevan. Reaccionaremos. O lo que es lo mismo, cada uno de nuestros movimientos nace de la voluntad de dar ese paso.


Piénsalo, si algo es lo suficientemente importante debería ser "todo o nada". Seguimos la ley del mínimo esfuerzo de forma natural, somos lo suficientemente inteligentes como para gastar la mínima energía posible. Así que, cuando damos un paso al frente, cuando tus músculos se esfuerzan por algo, solo lo hacen porque resulta vital. 

Y por ende, cada excusa que ponemos para justificar los pasos que no dimos son puntos ciegos a los que mirar, porque sabemos que no podemos autoengañarnos. 

Que "podríamos haberlo hecho, pero no" 

Que sólo nos faltó el ímpetu de dar ese salto, de ver hasta donde nos lleva el camino elegido, de proteger algo en lo que creemos. 
El tesón para arrepentirnos sobre una elección que parecía la correcta, el anhelo de disfrutar de las vistas desde la cima, de llegar hasta donde nos lo proponemos. 
Si te dijera que un solo gesto, un mínimo movimiento hubiese marcado la diferencia, ¿no habría merecido la pena?

La próxima vez que nos encontremos ante la  decisión de hacer algo o no hacerlo, solo deberíamos recordar que cada parte de nosotros estaría dispuesta a dar lo mejor y conseguirlo. Nosotros solo tenemos que quererlo, basta un solo pensamiento para ponernos en marcha.

sábado, 4 de febrero de 2017

Será que conviene...

Por si un día me buscas sin saber qué es lo que queda. Y viceversa

Si vas a buscarme, no pongas el punto de mira en esa persona. No recibirás de ella lo que una vez tuviste. Bueno y malo. Al menos, no todo lo que yo pude aportarte.
Si caes en el error de hacerlo, verás que es demasiado frustrante ser ciego ante otras virtudes, por querer encontrar los antiguos patrones que, tiempo atrás, nos hicieron algo más que felices.
Así que si vas a buscarme, no es en ella donde me encontrarás.
Si vas a buscarme, si la decisión que has tomado es mantener lo poco, o lo mucho (el agua no cala igual para todo el mundo) que quede de mi en tu vida… No lo pierdas husmeando en vidas ajenas. Nadie debería cargar con la culpa de no ser alguien que no es.


Busca mis gestos, mis caricias, virtudes y buenas costumbres en Ti. Busca y rebusca. Mi risa rompiendo la barrera del sonido a más de 65 decibelios, registrada en la banda sonora que ponía un toque de optimismo a tus mañanas. Explora mentalmente el mapa emocional donde están mis intentos de arrojar luz en tus temores. Examina cada parte de tu cuerpo hasta encontrar los 10 puntos gatillo. Son zonas muy localizadas, en tejidos musculares, marcadas por el roce que los demás nos hacen. Palparlas,  es  como apretar el botón que dispara los escalofríos que tu piel recuerda de mis muestras de cariño. Constituyen el molde de los abrazos que nos dimos.

Busca todas las piezas, hasta encajar los bordes de tu puzzle existencial. Resuelve tus incógnitas personales y haz el esfuerzo de mantenerlas al margen de la historia que ahora comiences. Si por destino o casualidad, te falta la pieza que solo una madre encontraría, pide ayuda. 
No todo aquel que deambula está perdido. 
Pregúntate a ti mismo, al cielo, al mar o a quien sea que pueda darte la respuesta, en forma de aquella pieza que te faltó. Cachea a tu sombra de arriba abajo y a la adversa. Busca en ella mis errores, mis fallos malintencionados y la habilidad especial de arruinarlo en el mejor momento. Que todos somos humanos y ese es uno de los puntos que las personas tenemos en común:                              
 Equivocarnos


No los tiñas con el filtro del reproche, si algo es cierto es que las erratas que cometemos no pueden ser peores, pero en su día se hicieron creyendo en la que fuese la mejor de las opciones. 
Déjalos como daños colaterales
Los tropiezos son lecciones que aprendemos, por permitir que el ritmo de nuestros pasos lo marque el pie del que cojeamos. Cada cual sabe cuál es su talón de Aquiles. Lo verdaderamente importante, es tener la certeza de que dimos el máximo en algunos tramos del camino. Y todo se pudo.


Búscame en tu interior. Tan profundo como ésta frase. La persona en la que nos convertimos se lo debemos a los matices que los demás nos dejan. Gracias a los valores y creencias a las que nos acercan, poco a poco nos transformamos en quien somos realmente. Por eso, búscame en la persona que eres ahora, porque a pesar de la distancia en el espacio y en el tiempo, es ahí donde se encuentra el lugar donde una vez fuimos
Así, sin más explicaciones que la que queda entre dos que se quieren de veras.

El afecto es uno de los pocos frutos en esta vida, que si se ha cultivado bien, nunca se pierde. Cambian las formas en las que se manifiesta. Y la manera en que lo haga, ten por seguro que será que conviene