jueves, 26 de noviembre de 2015

La importancia de las cosas simples

"Muy a menudo subestimamos el poder de una caricia, una sonrisa, un cumplido sincero, el mero hecho de preocuparse… Todo eso que tiene el poder de darle la vuelta a la vida"
-M. Luther

La vida está llena de detalles. Curiosamente, es lo que la mayoría de la gente intenta evitar. Creemos que si quitamos todas las partes minúsculas nos quedaremos con el pastel. Sin el topping ni virutas, sin eso que no se come y lo otro que solo adorna, todo pierde su valor. Creemos que  esas tonterías  no cuentan tanto, solo son unas décimas que aligeran el peso de nuestros días. Son esos cero coma  que te hacen ganar puntos en la pregunta 5 estrellas del examen final. Creemos que, sin ellas todo es más fácil, que así no nos complican, como si no nos liásemos nosotros mismos al empeñarnos en hacer, de todo, una ecuación imposible de resolver.


Integramos los días y derivamos las noches, seguros de que cuanto más difícil, mejores son nuestras relaciones. Sustentamos la teoría de que dos no es igual que uno más uno, sin querer ver que, dos son uno y uno a los que no les es suficiente y deciden sumarse enteros para restar dificultades. Multiplicar sus días por esos cero coma,  que no son tan importantes y consiguen valer 10 puntos. Y aún les quedarán las noches.


Por eso andamos faltos de escuchar te quiero, gracias y lo siento. Es algo sencillo, fácil de pronunciar y de efecto inmediato, pero a menudo se quedan en la garganta sin llegar a ejercer su función. A algunos ni siquiera se les pasa por la mente. Creemos que no significan tanto y lo seguimos creyendo hasta que faltan.

Se nos olvida la importancia de las cosas simples. Por suerte, están los días que te devuelven la emoción por esas nimiedades, demostrando que el verdadero interés es la suma de una larga lista de gestos pequeños. Si jugamos a NO tenerlo todo bajo control, le ponemos la guinda al pastel: el elemento sorpresa

Esperar es solo el comienzo, lo inesperado es lo que cambia nuestras vidas.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Dejarse llevar en Noviembre

Pensando en cómo describiría al que es mi mes favorito, he decidido resumirlo todo en una frase:
La calma después de la tormenta.

Podría decirse que, aunque nos quitemos el bañador y dejemos de hablar de la arena en los zapatos, el verano no termina hasta que llega Noviembre. Eso que los ingleses llaman Indian summer

No aterrizamos hasta que notamos el cambio de aire. El cambio en nosotros. Es la forma de medir el tiempo. Y en otoño, el cambio se acelera.


Las cosas terminan, esa es la mejor parte. Es cierto, el verano está muy bien pero el otoño es mejor. No es caótio, tiene sentido y encaja. 

El ambiente se enfría, se aclara, nos hace razonables. El cielo es más intenso, nos despeja las dudas y volemos a disfrutar de cualquier pequeño instante. 
Noviembre nos da la magia de hacerlos grandes.

Nos concede tiempo para desprendernos de lo innecesario y prestar atención a las cosas que la merecen.  ¿Cuándo ha llegado? En el momento en que aceptamos el cambio y vemos que tenemos espacio suficiente para un nuevo comienzo.


Cruzamos puentes, con la firme idea de no mirar atráspara encontrarnos a nosotros mismos. Nos apoyamos en el hombro de quien nos quita las piedras del camino.

El frío nos ablanda, nos vuelve mejores. Mostramos nuestros verdaderos colores, nos revelamos ante los demás. Buscamos su calor y recordamos cómo era eso de darlo.

 No puedes ocultar tus verdaderas intenciones al acercarte al otoño de tu vida.

Las hojas de los árboles caen y se llevan las preocupaciones. El pasado se desvanece y al fin, dejas de estar pendiente. Te dejas llevar completamente, sin oponer resistencia ni hacer esfuerzos.

Una palabra: Reconfortante.



El viento nos susurra su frescura en la nuca. Encontramos las razones que le dan el verdadero brillo a nuestros ojos y nos armamos de valor para no perderlas. Es, sin duda, el momento en que asumimos los riesgos y decidimos hacer lo inesperado.