jueves, 28 de mayo de 2015

A corazón abierto

A mí me gusta comer de verdad, beber de verdad, besar de verdad, charlar con los amigos de verdad, enamorarme de verdad. Y cuando pones tanto en todas esas cosas lo más normal es que salgas lleno de cicatrices” J. Sabina

Estar normal está de moda. El pesimismo, la frialdad y el modo robot son los nuevos must have Las gafas que se llevan son invisibles a los ojos de los demás y a los tuyos, porque ahora lo que se lleva es mirar translúcido. Mirar mirando de fondo sin enfocar. Mirar con los ojos abiertos pero mentalmente cerrados. Acorazonadamente cerrados.

Siento comunicarles que aquí ya no se puede hablar de lo bien que estás. No es creíble que en la respuesta a un “¿Qué tal?”  no haya un pero. Resulta que de serie tiene que haber algo que falla, que no es suficiente la tormenta, huracán y diluvio que nos ha caído. Bien, pues me niego
Se supone que debemos brindar porque todos tenemos algo que va mal y yo me niego. 
Porque la libertad es no alzar la copa. Porque puedo.


Hablar de lo bien que vivo es mirarme en el espejo y que me guste lo que veo.

Porque estar bien contigo mismo es tener el valor de decir: “Mamá, Papá no sé si voy a opositar. Tal vez lo que quiero es entrar en el peldaño más bajo de Yves Saint Laurent por mucho sudor, esfuerzo y tiempo que me lleve alcanzar el ejecutivo.”

Y puedo porque vivo tan bien que se quién está y quién me va a apoyar.

El tiempo me ha enseñado que la mejor postura es cabeza alta y sonrisa amplia. Una de las lecciones más importantes que he aprendido en lo poco que llevo de vida es no volver a decir nunca más: Fine, thank you.  Si lo piensas, no hay otra frase más usada para ocultar cómo estás de verdad.

Si hay que decir que estás mejor que nunca, se dice. Por todas esas veces en las que no has podido estar peor. Si al de al lado no le gusta, es su problema y tú ya tienes lo tuyo. Touché, la curiosidad mató al gato. Porque déjame que te diga un secreto: Todos quieren verte bien, pero no mejor que ellos.


Porque no apoyo la excusa de que no hay tiempo. Hay tiempo, pereza, desgana y huecos en la agenda esperando que se llenen con citas para cenar. Cuando haces malabares con tus cosas  y las de las personas que cuentan, moviendo lo inamovible, el colmo sería brindar por la normalidad. No pienso ser yo quien ponga esa última gota.

Las cosas si salen bien. Si hay me gustas    sin pero,  es posible    sin pero. Un paso adelante y luego uno detrás es un chachachá que solo vemos los llamados optimistas, mal versionados como ilusos.

Prefiero tener una ilusión, prefiero ponerle ganas a las cosas aunque las llenen de sal, prefiero mirar con el alma a mirar con gafas por miedo a quemarme. Prefiero la pasión. Prefiero elegir a quien me llena incluso cuando a veces, me desborde.

Prefiero vivir de verdad. 

Y eso solo se hace a corazón abierto.

lunes, 25 de mayo de 2015

Recuérdame

A los ojos en los que vi mi reflejo

Te lo pido. Por lo que fuimos. Recuérdame en el tiempo que tuvimos. Tiempo de abrazarse sin saber cuándo vendría el tiempo de alejarse. Recuérdame negándome al frío por un poco de tu calor.
Brillando y tostándome al sol, recuérdame así, que yo te recuerdo el tiempo en que me mirabas como si fuera magia. Y cuándo dejaste de hacerlo.

Cuando quisimos y pudimos. Lento y despacito, que está prohibido correr por los pasillos  que te llevan a los grandes instantes de felicidad, esos que a veces duran solo un segundo y otras, si tienes suerte, duran toda la vida. 

Y, ¿por qué no? Recuérdame con rabia. Ahora que no duele, qué menos que pique. Que te pique recordarme en detalle y no sepas si quieres aliviarte.

Que te den ganas de volver. Que quieras coger  de nuevo  ese avión con destino a lo que fuimos. 

Píllate un rebote y que nadie sepa qué mosca te ha picado. Y que se salve el mosquito que te ha hecho recordarme, oportuno y con disimulo, enseñándote en tu piel que cada paso que yo daba, tú también lo dabas, sin preguntar por qué.

Cabréate con el mundo y contigo por creerte tu discurso sobre el tiempo que tendríamos.

Convéncete de que el tiempo que tuvimos fue solo nuestro.Que no quiero dolerte. Quédate con las caricias y las ganas. Recuérdanos dándonos lo mejor, hasta que volvimos a ser dos. 

Recuérdame ahora que te miro de cerca, te veo de lejos.
Recuérdame ahora que se lo que es
el cariño.

miércoles, 13 de mayo de 2015

Querido Yo en la Facultad

A mi pelotón. 
Dedicado a todos los que se preguntan si estoy escribiendo sobre ellos, 
así es.

Esto es una carrera. Lo llevas escrito en la montura de tus gafas con las que intentas amortiguar la resaca tras el pistoletazo de salida el domingo del novato.

Querido yo en la Facultad, no es un sprint,  esto es de fondo, de hecho habrá veces en las que llegues a tocarlo. Tranquilo, tienes tus manos, pero más importantes son las que van contigo  estos años dorados.

El truco para ganarle a los Lunes es <<acompañados y al sol>>. Solo entonces son ellos los que pierden su sentido.


Vas a tener crisis existenciales. Después de 12 horas en la facultad te preguntarás quién eres, a dónde vas y cuál es realmente tu casa.

Antes de que te quieras dar cuenta te habrás enamorado. Bienvenido, estarás en ECUADOR. Es en este punto en el que sabes quién es tu pelotón. Siempre me ha fascinado el ciclista que gana: el jefe de fila. Gana y nunca podría hacerlo sin ellos.

Ahí reconocerás a quien te dice que en algún punto sus apuntes siempre empiezan contigo. No le lleves la cuenta, no le pongas en deuda. Es otra forma de decirte que te tiene presente.

Te enseñarán que igual que las cosas tienen su lugar, las personas tienen que estar sentadas en su sitio. Con ellos aprenderás a no saber estar, a soltar la risa y no aguantar la respiración.


Tendrás a los que llamarás de siempre. Las del día 1 de tu carrera, las de lo mío es tuyo y lo tuyo mío, porque la vida que es otra carrera (con máster), compartida es mejor.

Tendrás también a los que llegan uno o dos años después. Los que llegan con el tiempo y te hacen cuestionarte donde habéis estado antes.

Verás que los que son, son. Y no podía ser de otra forma. Y es entonces cuando me creerás al decirte que nada es casualidad.
Despertarás y no sabrás robarle tiempo al tiempo, porque verlas pedalear a tu lado es la mejor forma de ganarlo.

Ahí encontrarás tu éxito. Cuando la cuesta se incline y creas que todo se viene arriba, o más bien todo se viene abajo, son ellos los que agotan sus fuerzas y amainan el viento. Te sacan de tu tormenta, te colocan en buena posición, una vez ahí, solo depende de ti.

Querido yo, se tu propio jefe de fila.

Y se pelotón.


domingo, 3 de mayo de 2015

10 Gracias y una madre de 10

A ti. Por tu amor incondicional

Gracias por tirarme la zapatilla, por bajarme el ego, por venir y encontrar lo que yo no veía. Y es que no hay momento más ridículo que ver que lo que tanto buscabas ha estado ahí todo el tiempo, a tu lado.

Gracias por enseñarme que no puedo ser inmune al daño. Que no existirá vacuna que nos proteja del dolor y que las barreras que creas no dejan a los demás fuera, sino a ti dentro.

Gracias por no estar siempre al pie del cañón. Ese día, semana, mes o año en el que tu relevo fui yo me ha enseñado que nunca se está preparado para las adversidades, pero también que la vida nunca te va quedar grande.

Gracias por invertir en mí mientras yo con conocimientos nulos de bolsa, pero arte de negociación, trato de convencerte de poner el ojo en Madrid.


Gracias por enseñarme que hay personas por las que no merece la pena llorar, que el rencor que guardes a quien consume es a ti. Que la vida todo lo devuelve y acabaran sentadas en el banquillo de las consecuencias.

Frente a esto, gracias por recordarme que todo queda. Todo queda y todo cala. Y el amor nunca es en vano.

Gracias por todos los "cuando quieres, puedes". Que poder todo se puede, pero el querer por el camino a veces se pierde.

Gracias por cuidarme sin condición ni restricción, ejemplo de que siempre habrá alguien mirando por ti incluso cuando ni tú mismo lo hagas.

Gracias por inculcarme el valor de apreciar lo que tengo, que si miras bien, la mitad es a ti a quien se lo debo.

Gracias por ser el hogar del que nunca te quieres marchar.